Diez años después de su fundación, OpenAI mira atrás para explicar cómo ha llegado hasta aquí y, sobre todo, dejar claro hacia dónde cree que se dirige. En una carta firmada por su CEO, Sam Altman, la compañía repasa una década marcada por la incertidumbre inicial, el crecimiento acelerado y la irrupción de la inteligencia artificial generativa en la vida cotidiana, al tiempo que reafirma su misión fundacional: lograr que la AGI beneficie a toda la humanidad.
Altman arranca el texto recordando el carácter improbable del proyecto. “Nos propusimos hacer algo loco, improbable y nunca antes visto”, escribe, aludiendo a los orígenes de OpenAI como un pequeño grupo de investigadores sin garantías de éxito. Cuando el proyecto se anunció públicamente, a finales de 2015, eran apenas “15 frikis sentados, intentando descubrir cómo avanzar”, unidos más por la convicción que por la certeza.
“Éramos 15 frikis sentados, intentando descubrir cómo avanzar”
Diez años después, el CEO reconoce que ese periodo no es tanto tiempo si se mide en términos de transformación social. “Aunque la vida diaria parece casi igual a como era hace una década, el abanico de posibilidades que tenemos hoy ante nosotros se siente muy distinto”, señala Altman, subrayando ese contraste entre continuidad aparente y cambio estructural que atraviesa toda la carta.
Optimismo, incertidumbre y cultura de descubrimiento
Al mirar atrás, Altman se detiene menos en los hitos concretos y más en el espíritu de los primeros años. Recuerda un equipo “irracionalmente optimista”, consciente de que la probabilidad de éxito era reducida, pero convencido de que el reto merecía el esfuerzo. “Fue una época locamente divertida”, escribe, marcada por la incomprensión externa y por una cultura interna orientada al descubrimiento.
En esa etapa inicial, explica, no siempre estaba claro en qué centrarse. El aprendizaje profundo despuntaba como tecnología clave, pero todavía no existía una aplicación clara al mundo real. “Poco a poco fuimos entendiendo lo que pasaba, mientras celebrábamos algunas victorias, y muchas derrotas”, relata Altman, destacando cómo se fue consolidando una forma de trabajar basada en afrontar el siguiente desafío, ya fuera técnico, organizativo o financiero.
Altman reivindica también el papel temprano de OpenAI en el desarrollo de una IA segura y robusta. “Fuimos pioneros en el trabajo técnico para que la IA sea segura y robusta de manera práctica”, afirma, señalando que ese enfoque sigue guiando hoy el trabajo de la organización.
2017 y el inicio de la escala
El año 2017 aparece en la carta como un punto de inflexión. Altman enumera tres avances que considera fundamentales:
- Los resultados en Dota 1v1, que llevaron el aprendizaje por refuerzo a nuevas escalas
- El descubrimiento de una neurona de sentimiento no supervisada, que demostraba que los modelos de lenguaje aprendían semántica y no solo sintaxis;
- Y los primeros pasos en el aprendizaje por refuerzo a partir de preferencias humanas, un camino inicial hacia la alineación con valores humanos.
Aun así, subraya que esos logros no eran el final del camino. “Sabíamos que teníamos que escalar cada uno de estos resultados con un poder computacional masivo”, explica, anticipando el giro estratégico que marcaría los años posteriores.
ChatGPT y la aceleración global
Ese cambio se materializó hace tres años. “Hace tres años lanzamos ChatGPT. El mundo se dio cuenta”, escribe Altman, señalando ese lanzamiento como el momento en el que la AGI dejó de ser una idea marginal. Con la llegada de GPT-4, añade, la percepción cambió definitivamente y la tecnología empezó a integrarse en la sociedad “a una escala y velocidad que ninguna otra había alcanzado antes”.
“Los errores que hemos cometido son principalmente culpa mía”
Altman no elude la dificultad de ese proceso. Reconoce que pasar “de cero a ser una empresa enorme en tan poco tiempo” obligó a tomar cientos de decisiones cada semana y a construir capacidades nuevas sobre la marcha. “Estoy orgulloso de cuántas de esas cosas ha hecho bien el equipo”, afirma, aunque también asume la responsabilidad de los errores: “Los errores que hemos cometido son principalmente culpa mía”.
Una de las decisiones más controvertidas, según explica, fue apostar por una estrategia de implementación iterativa: lanzar versiones tempranas al público para que la sociedad pudiera interactuar con la tecnología mientras esta evolucionaba. “En su momento fue bastante controvertido”, admite Altman, pero defiende que permitió que la sociedad y la tecnología coevolucionaran y que hoy se haya convertido en un estándar de la industria.
Una IA que ya supera a los humanos en tareas clave
Diez años después, Altman afirma que OpenAI ha alcanzado un punto que parecía inalcanzable en sus inicios. “Contamos con una IA capaz de superar a muchas de nuestras mentes más brillantes en las capacidades intelectuales más desafiantes”, escribe, subrayando que esta tecnología ya está siendo utilizada para lograr “cosas extraordinarias”.
Al mismo tiempo, insiste en que la gestión del riesgo sigue siendo central. Según Altman, la sociedad ha hecho hasta ahora “un buen trabajo para mitigar los posibles riesgos”, pero advierte de que será necesario seguir esforzándose para mantener ese equilibrio a medida que la tecnología avance.
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El tramo final de la carta es el más abiertamente prospectivo. Altman se muestra “nunca tan optimista” respecto a la investigación, la estrategia de producto y la misión de OpenAI. “Dentro de diez años, creo que casi con certeza habremos construido una superinteligencia”, afirma, anticipando un futuro que, en sus palabras, será extraño y transformador.
Sin embargo, introduce un matiz clave: ese futuro no estará dominado únicamente por las máquinas:
Estoy seguro de que seguiremos mucho más centrados en lo que hacen otras personas que en lo que hacen las máquinas.
Aunque reconoce que las personas de 2035 serán capaces de lograr cosas que hoy apenas podemos imaginar.
Altman cierra la carta agradeciendo a usuarios, clientes y empresas que confiaron en OpenAI desde etapas tempranas. “Sin su apoyo, solo seríamos una tecnología funcionando en un laboratorio”, afirma. Y vuelve a subrayar la idea que centra todo el texto: “Nuestra misión es asegurar que la AGI beneficie a toda la humanidad”.