Más de mil millones de personas viven con trastornos de salud mental, según los datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Afecciones como la ansiedad y la depresión afectan a todo tipo de personas y comunidades, y aunque muchos países han impulsado para promover la salud mental, sigue siendo necesaria mayor inversión y acción a nivel mundial para ampliar los servicios y proteger a las personas.
Es la advertencia que lanza la organización a gobiernos y entidades, y les insta a intensificar urgentemente los esfuerzos para la transformación sistémica de los sistemas de salud mental en todo el mundo. “Todo gobierno y todo líder tiene la responsabilidad de actuar con urgencia y garantizar que la atención de la salud mental no se considere un privilegio, sino un derecho fundamental para todos”, ha comentado Tedros Adhanom Ghebreyesus, Director General de la OMS.
Lo hace basándose en la investigación de la organización sobre la salud mental a nivel global, que ha recogido en dos informes: “Salud mental mundial hoy” y “Atlas de Salud Mental 2024”. Sus datos y conclusiones se abordarán en la Reunión de Alto Nivel de las Naciones Unidas de 2025 sobre enfermedades no transmisibles que tendrá lugar en Nueva York el próximo 25 de septiembre.
El gasto en salud mental permanece estancado
Entre otras cosas, se indica que desde la pandemia de coronavirus -la última edición del Atlas de Salud Mental se realizó con datos de 2020- se han fortalecido las políticas y la planificación en salud mental. No obstante, se observa un preocupante estancamiento en la inversión en salud mental.
El gasto público medio en salud mental se sitúa en el 2% del presupuesto total de salud
Los recursos disponibles para la provisión de servicios de salud mental no han aumentado desde la última encuesta. El gasto público medio se mantiene en tan solo el 2% del presupuesto total de salud, igual que en 2017 y 2020, y los especialistas a disposición de la ciudadanía también son escasos: la mediana mundial de profesionales de la salud mental se sitúa en 13 por cada 100.000 personas.
Las diferencias entre países de ingresos bajos y altos en ambos casos son marcadas. Esto se observa especialmente en el gasto en salud mental por habitante. Mientras que los países con altos ingresos gastan hasta 65 dólares por persona, los países de bajos ingresos gastan tan solo 0,04 dólares.
Concretamente, los gobiernos de la región europea de la OMS gastaron 51,76 dólares per cápita en salud mental en 2024, una cifra muy superior a la de cualquier otra región del mundo. La que menos gasta es África, con 0.07 dólares por cabeza. Los países europeos también destinan una mayor proporción de su presupuesto general al bienestar mental, con un 4,5%, en comparación con la mediana mundial del 2,1%.
Sin embargo, cuatro de cada cinco países encuestados informan que la atención y el tratamiento en salud mental están incluidos en algún servicio de salud pública o de protección financiera financiado por el Estado. Esto implica que en al menos la mitad de los países participantes, los costes de hospitalización, atención ambulatoria y medicación representan una carga económica baja para los pacientes (menos del 5% del coste). Pero en algunos países, las personas deben cubrir la mayoría o la totalidad de los costes de su atención (más del 50% del coste).
En lo que respecta a servicios ofrecidos, el 63% de los países encuestados indicó que los servicios de telesalud están disponibles y se utilizan. No obstante, existen marcas diferencias por regiones: sólo el 26% de los países africanos de la OMS brindan esta opción, frente al 83% de los mercados europeos.
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Asimismo, casi el 90% de los países informaron que las personas con trastornos mentales reciben algún tipo de apoyo social, como pagos por discapacidad o asistencia económica. Además, el 65% de los países reportaron tener un sistema de preparación y gestión del riesgo de desastres que incluye apoyo psicosocial y en salud mental, observándose un incremento del 20% respecto a 2020.
Ansiedad, el problema de salud mental más común
La OMS considera que los datos evidencian la necesidad urgente de una inversión sostenida, de una priorización más fuerte y de una mayor colaboración multisectorial para ampliar el acceso a la atención de salud mental. Advierte de que los sistemas de salud mental , que presentan grandes brechas y desequilibrios en términos de recursos, servicios, información, investigación y gobernanza, no son suficientes para atender y proteger a los más de mil millones de personas que viven con algún trastorno mental, según datos de 2021. Esto es 1 de cada 7 personas en el planeta.
Según los datos de la organización, la prevalencia - proporción de casos de una enfermedad en un período de tiempo, respecto a la población existente- de trastornos mentales ha aumentado desde 2001. Los mayores incrementos se han registrado en América (del 15,3% de 2001 al 17,1 % de 2021) y Europa (del 14% al 15,4%).
Los trastornos de salud mental son más comunes en las mujeres (14,8%), que en los hombres (13%), siendo los más habituales la ansiedad y la depresión. Por su parte, el suicidio representa una de las principales causas de muerte entre los jóvenes. A nivel global, el suicidio es la causa de más de 1 de cada 100 muertes, y por cada muerte por suicidio se estima que hay 20 intentos de acabar con la propia vida.
Las consecuencias económicas de la salud mental
La OMS también advierte de los costes económicos asociados a una mala salud mental. Más allá de los relacionados con el sistema sanitario o los asumidos por los hogares para tratamientos, se han de considerar también los vinculados a la productividad y, por tanto, al desempeño empresarial.
El ausentismo, el presentismo o la rotación son situaciones derivadas de problemas de salud mental
En esta línea, según recogen los informes de la organización, se estima que se pierden 12.000 millones de días laborables productivos cada año debido a la depresión y la ansiedad, con un coste de mil millones de dólares. La cifra considera consecuencias de una salud mental deficiente como ausentismo, presentismo -personas asisten al trabajo pero rinden por debajo de lo habitual- y rotación de personal.
Y es que los problemas bienestar emocional pueden derivar en incapacidad para desarrollar adecuadamente el trabajo, a menudo durante periodos prolongados. En una visión macro, esto puede dar lugar a costes sociales más amplios, como el aumento del desempleo, la necesidad de ayudas sociales o la reducción del consumo o los ingresos fiscales.
Por todo ello, desde la Organización Mundial de la Salud instan a los gobiernos, partners y organizaciones a impulsar o potenciar medidas que favorezcan la atención y la asistencia de la salud mental. Entre ellas:
- La financiación equitativa de los servicios de salud mental
- La reforma legal y política para defender los derechos humanos
- La inversión sostenida en el personal de salud mental
- La expansión de la atención comunitaria y centrada en la persona
“Transformar los servicios de salud mental es uno de los desafíos más urgentes para la salud pública”, ha apuntado Tedros Adhanom Ghebreyesus, Director General de la OMS. “Invertir en salud mental significa invertir en las personas, las comunidades y las economías; una inversión que ningún país puede permitirse descuidar".
Más info.: Salud mental mundial hoy y Atlas de Salud Mental 2024