El burnout ha dominado la conversación sobre salud laboral en los últimos años, pero empieza a consolidarse un fenómeno opuesto en apariencia y similar en consecuencias: el boreout. El término, que alude a la desmotivación crónica derivada de una baja carga de tareas o de trabajo poco significativo, describe una situación que va más allá de un día lento en la oficina. Implica una falta prolongada de estímulos que deteriora la atención, el ánimo y la capacidad de concentración, con un impacto directo en la productividad y en la salud emocional de las plantillas.

Según recoge Inc. a partir de un análisis publicado en el American Journal of Preventive Medicine, el coste anual asociado a la desconexión laboral -que abarca boreout, burnout, ineficacia percibida y otros estados de desenganche- asciende a 3.999 dólares para un empleado por horas, 4.257 dólares para perfiles asalariados no directivos, 10.824 dólares para mandos intermedios y 20.683 dólares para directivos. 
La dimensión económica del fenómeno es especialmente visible en compañías de 1.000 empleados: la estimación anual supera los cinco millones de dólares y más de 800 años de vida ajustados por calidad se pierden por efectos asociados al deterioro de bienestar.

El boreout se distingue de la simple monotonía o del tedio puntual. Describe un estado sostenido en el que la persona percibe que sus capacidades están infrautilizadas, que las tareas asignadas carecen de sentido o que el volumen de trabajo no permite una implicación real. Aunque sus causas difieren de las del burnout, cuyos detonantes suelen estar asociados a la sobrecarga, ambos comparten consecuencias: fatiga mental, pérdida de rendimiento, mayor probabilidad de errores y un riesgo creciente de problemas de salud. 

Las manifestaciones, no obstante, son más silenciosas, dado que la falta de trabajo puede ser interpretada erróneamente como comodidad o bajo estrés, cuando en realidad se convierte en un factor de desgaste profundo.

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Parte de la literatura reciente señala que el contexto organizativo es determinante: culturas poco comunicativas, estructuras rígidas, tareas repetitivas o procesos excesivamente atomizados pueden favorecer que determinados perfiles queden desconectados de sus objetivos. En paralelo, el auge de herramientas de inteligencia artificial -incluidas las denominadas agentic AI- podría contribuir a reducir las tareas más mecánicas, liberando tiempo para trabajos de mayor valor. Sin embargo, su incorporación también plantea un reto: evitar que la automatización genere espacios de inactividad que no se traduzcan en desarrollo profesional.

En un mercado laboral en el que la salud mental se ha convertido en criterio de retención y de reputación interna, el boreout aparece como un indicador de subutilización de talento y de falta de alineación entre capacidades y responsabilidades. La recomendación recurrente en informes especializados insiste en la necesidad de visibilizar el problema para que la persona pueda verbalizarlo sin miedo a ser percibida como poco proactiva. La prevención pasa por construir entornos en los que la carga de trabajo sea equilibrada y los equipos cuenten con tareas que permitan desplegar habilidades de forma significativa.