He dedicado mi vida a la búsqueda de la felicidad. Una búsqueda que, de una manera u otra, todos emprendemos al convertirnos en personas independientes y terrestres, algunos con más consciencia que otros. Desde que era joven yo lo tuve claro. Quise ser artista pero supe que sería infinitamente más feliz siendo diseñadora. Comprendí que podría hacer a mucha más gente feliz siendo diseñadora. Y por lo tanto a eso fue a lo que me dediqué.
Después de 38 años de cruzadas multicolores me encanta saber que mis corazones, mis flores, mis nubes y mis arcoíris han tomado vida propia. Que el ‘agathismo’ como filosofía de vida y universo alternativo se propaga por el planeta tierra. Que mis productos están presentes en más de 100 países. Y que es casi imposible encontrar un objeto aún ‘no-agathizado’. Desde tablas de surf a cascos de moto, desde lavadoras a uniformes de médico, desde pinzas de depilar a vajillas, a detergentes, a baldosas, a lavabos, a lámparas, a sofás, a camas, a sillas, a toallas, a sábanas y a colchones, a cuadernos, a zapatos, a bolsos, a maletas, a ropa de esquiar, a gafas de sol, a joyas, a ropa canina y a ropa infantil, a ropa de todo tipo... Todos impregnados de un mensaje secreto y maravilloso de felicidad.
Raramente he conseguido ser enteramente sutil en mis intenciones, en mi fervor por salvar al mundo, por redimirlo y hacerlo reír. Si conocéis algunos mis diseños sabréis que pocas veces han sido tímidos en proclamar su misión colorista. Mis labios y huevos fritos andantes también lo tienen claro, saben perfectamente cuál es su razón de ser al tambalearse por la pasarela. Vienen a forjar fantasías, a llenarnos la vida de color. A hacernos pensar que existe un mundo mejor y multicolor, un mundo que está al borde de la esquina, del otro lado del arcoíris.
Gracias a mis vestidos me permito ser optimista - incluso a día de hoy - optimista sobre el arte, optimista sobre las personas y sobre el planeta tierra. Me permito ser optimista ante la humanidad. Quiero creer que vamos a ser capaces de sobrevivirnos a nosotros mismos, capaces de encontrar soluciones para nuestro futuro colectivo, capaces de vivir con mayor armonía. En armonía como especie, y en armonía con el mundo natural que nos rodea y nos alimenta. Esta será la clave de muchísimas cosas, sobre todo de nuestra supervivencia y posible felicidad.
Por mi parte siempre he intentado ser coherente con mis diseños, con sus propósito y sus procesos, con su razón existencial. Desde el año 1988 he proclamado que la moda ha de ser cómoda:
- Cómoda para el cuerpo y cómoda para la mente. Es decir, có-moda.
- Cómoda para quien la lleve y cómoda para quien la mire. Es decir, có-moda.
- Cómoda de fabricar y de destruir, cómoda de montar y de desmontar. Es decir, cómoda (*)
Mis productos nacen para jugar con nuestras ilusiones y fantasías, para deleitarnos y entretenernos, para ayudarnos. Por eso es tan importante la manera en la que se adaptan a nuestras realidades prácticas, la manera en la que se fabrican y se destruyen. No existen en un vacío, meramente actuando como objetos de deseo. Forman parte de nuestros ciclos vitales, de nuestros posibles futuros. Cada uno de mis productos tiene un legado de alegría inscrito en su geometría, infundido en sus colores. Con él viene toda una serie de responsabilidades y preocupaciones, han de preocuparse por el espacio en el que habitan, por el planeta que llenan de color.
Mientras que mis diseños me mantienen optimista, también me comunican su alarma y su inquietud. En estos momentos no podrían estar más preocupados por su legado, por la felicidad del planeta tierra. La reciente campaña electoral española les ha dejado obnubilados. No se pueden creer el panorama en el que nos encontramos, rodeados de intrigas de todo tipo y con ningún candidato hablando de los problemas que de verdad importan. Absolutamente ningún candidato ha hablado seriamente de ecología, cosa que no consiguen entender por mucho empeño que le pongan.
La ecología es el gran asunto pendiente de nuestra generación (y me temo que de las próximas, según me informan). Tenemos que concienciarnos como colectivo, esto lo tienen clarísimo mis vestidos. Nos acercamos al punto de no-retorno en el que el daño que le hemos hecho al planeta será irremediable. Y mientras tanto nos distraemos con tonterías. Nos dejamos distraer por maquiavelismos menores. Algunos proclaman que las cuestiones territoriales son las más importantes y urgentes para la España de estos momentos. ¡Y cuanta razón tienen! No meramente por las complicaciones desencadenadas en Cataluña, en el País Vasco o en las Islas Baleares, sino por aquellas que afrontan a nuestro territorio mayor, al planeta tierra.
Nuestros mares jamás han estado tan sucios, nuestras ciudades tan contaminadas, ni nuestros alimentos tan comprometidos. El presente ritmo que llevamos como sociedad - en el que nos dejamos llevar por el híper-consumismo y la híper-producción hasta la locura - no es sostenible a largo plazo. Esto está clarísimo, no hay más que escuchar las quejas de mis vestidos y del mundo científico para reunir todo tipo de ejemplos de cómo nos estamos haciendo la zancadilla como colectivo humanoide. Ante todo, nos alejamos de nuestra naturaleza, nos alejamos de nuestro simple propósito sobre la tierra, nos alejamos de la felicidad.
Personalmente no hay nada en esta vida que me divierta más que mi trabajo, considero que dentro del impulso creativo se encuentra el secreto de la redención humana. Tengo fe de que mis vestidos pueden ayudar a salvar el mundo, pero admito que van a necesitar algo de ayuda. Van a necesitar el esfuerzo concertado de muchos. Van a necesitar grandes y pequeñas acciones, van a necesitar sacrificios y decisiones duras, van a necesitar valentía e inteligencia. Van a necesitar un acuerdo humano para garantizar nuestra existencia colectiva. Van a necesitarte a ti.
(*) La Moda Cómoda (1988), Agatha Ruiz de la Prada, Ediciones Zigzag, Madrid