Niños y smartphones: esta campaña le da la vuelta al discurso denunciando la presión a la que se ven sometidos

  • Los menores se ven expuestos a notificaciones, algoritmos adictivos y contenidos inapropiados como la pornografía
  • Recibir un smartphone antes de los 13 años se asocia con peores resultados de salud mental y menor autoestima
Un niño en su cama mirando a un señor que tiene al lado con un ordenador

El colectivo de padres y madres Smartphone Free Childhood ha lanzado una campaña de publicidad que desafía uno de los hábitos más normalizados, y también cuestionados, de la crianza actual: entregar un teléfono móvil a un niño o adolescente, como si fuera algo inocuo. El PSA (anuncio de servicio público), titulado “Let’s Change The Norm”, utiliza la ironía para exponer una verdad incómoda. Y es que cuando les damos un smartphone a los niños, estamos pidiéndoles de algún modo que gestionen responsabilidades de adultos en un mundo diseñado para desbordarlos.

Los adolescentes pasan 4,8 horas diarias en redes sociales

Desde los 11 años -edad media en la que se obtiene el primer smartphone- los menores se ven expuestos a un entorno online complejo, saturado de notificaciones, algoritmos adictivos y contenidos inapropiados, como la pornografía. El resultado es que los adolescentes pasan 4,8 horas diarias en redes sociales y casi el 50% afirman estar online casi constantemente. Según estudios citados por la organización, recibir un smartphone antes de los 13 años se asocia con peores resultados de salud mental, incluyendo pensamientos suicidas y una disminución de la autoestima.

Pero el 95% de los adolescentes entre 13 y 17 años ya utilizan redes sociales, y casi un 40% de los niños entre 8 y 12 años ignoran las restricciones de edad para acceder a estas plataformas. Lo que hace del teléfono una fuente de aislamiento, ansiedad y fragmentación de la atención.

Con producción de Tessa Films y dirección de Tim Mason (Fearless Mortals), la pieza apunta directamente al núcleo del problema: la cultura digital ha invadido la infancia, y los adultos -padres, educadores y sociedad- han cedido el control a las grandes tecnológicas. Pero también lanza un mensaje de empoderamiento: “No somos impotentes. Podemos cambiar el rumbo. Podemos retrasar el uso del smartphone y defender una infancia más presente, libre y más saludable”.

La campaña invita a repensar la tendencia. Porque lo verdaderamente radical ya no es que un niño tenga móvil, sino plantearse que, quizá, aún no esté preparado para cargar con él.

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