La flexibilidad, clave para trabajar en verano: cómo las jornadas reducidas o las ‘oficinas líquidas’ mantienen la productividad

  • El teletrabajo o las jornadas intensivas son soluciones para acompasar los cambios de actividad en el periodo estival
  • No es recomendable autoimponerse rutinas intensas y es importante organizar el espacio de trabajo 
Mujer trabajando en verano sobre un flotador en la piscina

¿Estás trabajando en verano? Si estás leyendo este artículo, puede que sí, que lo hayas abierto en tu pantalla, al lado de las tareas pendientes. Desde la oficina o desde un lugar de costa. Puede que no estés trabajando. O a medias, con la mente puesta en las vacaciones o en el regreso a la rutina. Las rutinas laborales ya no son lo que eran. Los cuadrantes de los calendarios no son fijos, tampoco el espacio en el que se ejerce el trabajo. La pandemia aceleró cambios incipientes y el verano, a pesar de que sigue teniendo sus propias rutinas, también ha cambiado.

Mantener el ritmo productivo implica acuerdos entre empleadores y trabajadores

Los horarios y los entornos son flexibles para desarrollar un modelo híbrido donde las oficinas son líquidas, como los horarios, que se pueden pactar para su división entre la casa o la oficina, entre las mañanas y los días libres. Pero esto implica retos para los empleadores y los trabajadores, acuerdos entre las partes que ayuden a mantener el ritmo productivo en meses en los que la actividad cae. Aunque es necesario sostener cierto nivel para no generar un efecto rebote en el regreso a la rutina.

Sin embargo, trabajar en un mes como agosto exige un reto productivo para la persona que debe seguir desempeñando su labor. Ha de desarrollar un nivel de concentración mayor, rechazando determinados estímulos y gestionando del mejor modo posible su disponibilidad. De este modo se reducirá la irritabilidad, se evitarán los síndromes prevacacionales -también existen- y se mantendrá una buena salud laboral en un lugar de trabajo al que se incorporan personas en prácticas o sustitutos temporales, con los que los titulares de los puestos deben hacer un frente común para sacar adelante las tareas.

Jornada reducida, un arma de doble filo

Una de las medidas más extendidas para lidiar con las peculiaridades de las fechas estivales es la jornada reducida. Es el mejor modo de adaptarse a las nuevas rutinas de trabajo y cambios de actividad. Sin embargo, requiere una correcta aplicación por parte de todos los implicados. Se prioriza el aprovechamiento de la jornada, sobre todo en sus horas iniciales, y existe una mayor vocación de previsión.

Aunque requiere la adaptación por parte de la plantilla, la jornada reducida puede ser muy positiva si se aplica correctamente, según indican los expertos en Recursos Humanos. Mejora la conciliación y puede aumentar el rendimiento productivo de los que participan de este horario laboral. Combate el mal del anclaje en la silla, una rutina todavía presente en las empresas españolas, donde se equipara la jornada labora a estar en el puesto de trabajo.

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La implantación de las jornadas intensivas pueden ser una mejora en todo tipo de empresas, pero igualmente un arma de doble filo, al intensificar el trabajo en un periodo más corto de tiempo. Esto puede redoblar el estrés en la plantilla, por lo que es bueno acompañar esta oferta de jornada reducida con la flexibilidad para que cada trabajador pueda organizarse del modo que mejor le convenga, siempre que se fijen las tareas y los plazos adecuados. Tampoco se debe justificar este periodo más acotado de tiempo como un periodo para la desconexión por la carga laboral en otra época del año, porque esto genera un círculo vicioso que generará un mal ambiente en los definidos como episodios de alta actividad.

Teletrabajo, productivo si se aplica con corrección

Salvo en los empleos en los que es imposible, el teletrabajo se ha consolidado como una opción en prácticamente todos los sectores. En ocasiones, esta fórmula no implica una menor carga horaria, sin embargo, sí genera satisfacción en la mayoría de los trabajadores. Así, las oficinas ‘líquidas’, donde el trabajo no se desempeña en un único emplazamiento, cobran sentido. Aunque esto puede implicar cambios contractuales, puesto que el trabajador incurre en una serie de gastos extras en su domicilio, pero también evita la inversión en los desplazamientos.

El Gobierno de España, cada vez que tiene la oportunidad, pide “más medidas” como impulso del teletrabajo, igualmente en términos energéticos, uno de los últimos debates abiertos. De este modo, se pueden “concentrar los horarios, ahorrar en desplazamientos y en el consumo térmico de los edificios. Fuimos capaces de hacerlo durante la pandemia y hemos aprendido mucho”, reconocía esta misma semana Teresa Ribera, ministra para la Transición Ecológica.

La multiplicidad del espacio de trabajo está provocando una más difícil conexión

Con todo, la multiplicidad del espacio de trabajo también está provocando una más difícil conexión. Así, un 37% de los empleados en España sigue haciendo tareas una vez termina su horario laboral, una media de tres días semanales, según una encuesta de Adecco, mientras que el 59% de los trabajadores mira su correo electrónico fuera del horario laboral cuatro días a la semana, sobre todo las generaciones más jóvenes.

Síndrome prevacacional, la otra cara de la moneda

Si estás trabajando estos días, puede que tu nivel de irritabilidad haya crecido. Hay gente que prefiere estar activa en meses como agosto, donde, a priori, existe un ambiente más tranquilo. Otros ven una buena idea optar por el tiempo de descanso fuera de las fechas más demandas, sin embargo, cuando se ven trabajando estos días no son capaces de lidiar con ello. Y esto nada tiene que ver con la carga laboral. Son síntomas de un síndrome prevacacional, del que poco se habla, y que genera ansiedad por la llegada del periodo de descanso.

Algunos trabajadores aumentan el ritmo de trabajo, intentando dejar el mayor número de tareas. Pero el rendimiento en verano es irregular, las tareas cognitivas se dificultan sobre todo en los episodios de calor, por lo que no hay que imponerse presión. Hay que regular la intensidad en las tareas e ir de más a menos, evitando cargas excesivas que generen un estado de frustración o ansiedad.

Es clave no singularizar el periodo estival, normalizarlo como un lapso de trabajo más. Organizar buen el puesto de trabajo y adaptar el calendario a la actividad que se debe asumir es importante. Asimismo, en esta y en otras épocas del año hay que quitarse la siguiente etiqueta: ser imprescindible. Nadie lo es y por eso los grupos humanos se autogestionan y siguen funcionando. Esto será crucial para liberar una carga innecesaria que aumentará tanto el síndrome prevacacional como el posvacacional.

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Para combatir este último trastorno, hay una serie de consejos que pueden aplicarse, según Sanitas, quien recuerda que no debe durar más de dos o tres semanas, de lo contrario aconsejan recurrir a un especialista:

  • Regresar antes de vacaciones: retomar las rutinas y horarios unos días antes de regresar a la rutina reduce los efectos del síndrome
  • Dormir lo acostumbrado: es importante regular los ciclos de sueño lo antes posible para caminar hacia las ocho horas recomendadas.
  • Acometer responsabilidades progresivamente: la vuelta al trabajo se debe acometer de modo paulatino, marcando pequeños objetivos y aumentándolos progresivamente
  • Iniciar nuevas rutinas y actividades fuera de la oficina: con el objetivo de mantener la mente despierta y fomentar las ilusiones y los retos personales.

En conclusión, el trabajo en verano implica una serie de peculiaridades que, según el aprovechamiento de empresas y trabajadores, determinarán un rendimiento superior a la media o episodios en los que la productividad baja al ritmo que crece la irritabilidad. Las claves son sencillas, pero han de aplicarse de modo efectivo: la flexibilidad es el pilar fundamental, tanto en horarios como escenarios de trabajo, una libertad que ha de ser bien entendida entre todas las partes implicadas. 

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